PARA UN MEJOR MICRONACIONALISMO

Guillermo Hansbreck, Jefe de Estado de la micronación del Estado de Miurer.

 

Nos enfrentamos a una crisis de inactividad de grandes dimensiones que afecta a todos los niveles porque no hay ninguna nueva propuesta a considerar. Ideas vagas son las que reinan en el micronacionalismo de hoy, ideas que fomentan la indolencia y la inacción para evitar perturbar un espíritu que no existe en esos proyectos. Recurriendo a Hegel, solo por medio de la decisión entra el hombre en la realidad, por muy amargo que esto pueda parecerle, pues la desidia no quiere salir del estado de ánimo indistinto en el que conserva una posibilidad universal.

Con decisiones intrascendentes, que no son capaces de eludir la traba de los 200 caracteres de la conocida red social estadounidense, esos aficionados a la diversión digital conforman una nulidad absoluta. No podemos hablar de pueblos ni de iniciativas; simplemente, se trata de una alternativa para dar cabida a la opinión y al ocio.

Se puede optar por el modelo que se desee, físico o digital, pero para poder empezar a funcionar son necesarias las leyes fundamentales que organicen el futuro de un microestado. La legislación es la base que guía, y sin esa superficie no se podrá construir nada sólido. Buscada o no, la vida en internet de un micronacionalista es esencial, ya que no hay otro foro en el que poder darse a conocer con las suficientes eficacia y eficiencia.

Un buen sistema de portales web, con una razonable compilación de los datos de la micronación, ayudará a darle cuerpo a cualquiera; las micronaciones físicas recurren a la web para que al mundo le conste su existencia. La información provista es recomendable que se distribuya a través de canales que faciliten la extensión de los textos, con preferencia por un blog, un sitio web o una enciclopedia, ya que visualmente se acercan a la imagen de la estabilidad y viabilidad. Por el contrario, el utilizar de manera abusiva las redes sociales contribuye a la informalidad y arbitrariedad. Se pueden emplear como complementos a los portales, pero no podrán sustituir a la serenidad y reflexión de los espacios dedicados a la profundidad de los asuntos de un país.

 Aunque sea reducida, la actividad debe dirigirse hacia las aportaciones de peso, que tengan una incidencia en su entorno. Decisiones que vayan marcando el paso por la profundidad de sus pisadas. Un aluvión de frivolidades diarias hace que los lectores se forjen una idea equivocada del recorrido que lleva el proyecto, al quedar los momentos transcendentales eclipsados.

Las noticias que se difundan deben ser pensadas con anterioridad a su publicación y, con este sabio método, nos evitaríamos titulares que concitan las risas de la comunidad. Sin lugar a dudas, el humor no puede ser ajeno a nosotros.

El español tiene que cuidarse con más ahínco; los redactores tienen la obligación moral de acudir a las autoridades de la lengua para evitar estragos gramaticales en sus textos. Nadie está libre de errar, pero hay ocasiones en donde es evidente una laguna cultural que es una rémora para la buena comunicación entre compañeros micronacionalistas. Con el respeto por divisa, las opiniones se deben emitir sin reparo y con motivo. Crecemos cuando nos damos cuenta de nuestras deficiencias y olvidamos las complacencias.

Ejerciendo mi derecho a libre opinión, quiero recomendar a todo aquel que tenga interés por avanzar con certeza en este mundo micronacional repleto de incertidumbres e inseguridades la adhesión a la Organización de las Micronaciones Unidas, nuestra casa. Que nadie piense que se trata de un club elitista o de micronacionalistas no profesionales: es un enclave democrático abierto a todo aquel que piense diferente. Es la solución a la crisis de seriedad que vivimos porque dispone de un filtro, cuyas condiciones son conocidas por todo el que se postula, garantizador de unos mínimos que creemos que un candidato ha de reunir. La integridad territorial de cada miembro está salvaguardada, la seguridad frente a amenazas externas es tangible y la participación en los asuntos colectivos es un hecho. Para hacer frente a las adversidades que afrontamos todos, la unidad de los proyectos diversos frenará todo intento perjudicial. Queremos personas que sean fieles a sus valores y a las tradiciones de sus tierras, a fin de evitar el declive de unas identidades enriquecedoras engullidas por un globalismo radical que no conoce religión.

Para un buen micronacionalismo, necesitamos más cercanía y más formalidad. La II Edición de esta Revista coadyuva a estos propósitos. Reconozcamos este mérito a la Academia Nacional de Rino Island, de la que me enorgullezco formar parte.