LA DISOLUCIÓN PERMANENTE DE LA REPÚBLICA SENATORIAL DE TIMERIA O LA IMPORTANCIA DE ADAPTARSE A LOS CAMBIOS
LA
DISOLUCIÓN PERMANENTE DE LA REPÚBLICA SENATORIAL DE TIMERIA O LA IMPORTANCIA DE
ADAPTARSE A LOS CAMBIOS
Por
Carlos Sancho Santana y Jordán Pereira[1]
RESUMEN:
El autor realiza una serie de críticas a la organización de la desaparecida
República Senatorial de Timeria, postulando que su falta de unidad y fines por
parte del gobierno fueron la razón principal de su caída.
Timeria,
fue una micronación española, fundada en febrero de 2003, cuando un grupo de 12
individuos, basándose en las experiencias de la República de Minerva, que
armaron una micronación en poblaciones de una playa escarpada y montañosa al
sur de Cartagena, en la costa sureste de España. En la década de los 2000 fue
una de las micronaciones españolas más conocidas en el mundo.
Esa
gloria se debió básicamente a que al ser un fenómeno curioso recibió atención
de la prensa hispana, lo cual les hizo crecer en buena manera. Lograron grandes
desarrollos culturales iniciales. Sin embargo, el proyecto tuvo una serie de
problemas que dificultaron su avance y continuidad.
La
prima razón es que los timerios eran una bolsa de gatos que carecían de unidad
en lo esencial. Más allá del nombre, nunca hubo acuerdo en sus cosas más
elementales. Políticamente nacieron como reino, se proclamaron república, y
después hubo intentos repetidos de ser reino. Copiaron de España sus partidos,
con lo que la actividad interna se manchó por la constante división en política
del Reino. Luego, a cada discusión se daban escisiones y nacían nuevas
micronaciones, que terminaron por destruir toda la capacidad creativa de
Timeria.
Otra
importante razón es que ciertos lideres timerios pecaron de soberbia excesiva,
y de un eurocentrismo innato; fueran de izquierda o derechas, mantenían una
creencia en su propia superioridad sobre el resto del micronacionalismo, junto
con un desdén no disimulado por las micronaciones de Latinoamérica y África. Pasa
eso un botón de muestra.
Famosa
fue la columna[2]
de Jürgen Praxaze, director de la Academia de Timeria, en que, a partir de un
darwinismo social propio de los regímenes totalitarios fascistas, que en España
conocemos bien, expuso la “superioridad” de la Timeria sobre Rotham y Rino
Island, siendo explicito en considerar que ambas estaban acabadas y no serían
más aporte al micronacionalismo hispano.
Eso
fue en 2016. Timeria ya llevaba 7 disoluciones y reactivaciones de su sitio web.
Rotham en cambio llevaba 7 años de existencia continua, y Rino Island pasaba
por una crisis, cuando contaba con también 7 años.
Pasaron
los años, y Timeria jamás supo adaptarse; ese mismo 2016 se disolvió, y se
reactivó al año siguiente. Con cierta regularidad, cada año nace y desaparece
Timeria, aunque realmente son apariciones apócrifas. Salvo nombres comunes, la
verdadera se considera públicamente que acabó el 2012, cuando renunciaron a su
reclamo histórico de una playa mediterránea.
Tampoco
se dio espacio a la participación de sus provincias. Así muchas veces se ahogó
el eco creativo, que pudo darle autonomía para crear y retomar ese valor
productivo y trascendental inicial.
Y
esto nos lleva a la tercera cuestión; Timeria jamás tuvo en su proyecto
micronacional un sentido, un fin. Generalmente es algo que se da naturalmente,
a veces de manera inconsciente. Es algo que identifica a la micronación y que
distingue a una organización seria y con futuro, de una entidad efímera.
¿Qué
distinguía Timeria? En realidad, sus inactividades, crisis y disoluciones se
volvieron tan proverbiales, que ellas eran su signo de distinción. Eran una
parodia inconsciente de las instituciones que querían representar;
políticamente mostraron muy bien lo pésimo que es una democracia parlamentaria
en un país que no tiene esa tradición. Quisieron ser griegos hasta en la
religión, pero solo demostraron que la balcanización se puede dar aun en
organizaciones de unas decenas de personas.
Distinta
cosa es que las discusiones bizantinas del gobierno de Timeria fueran causa de
su disolución, pero de ellos nacieron otros con objetivos claros y definidos.
Muchas micronaciones salieron de Timeria, más exitosas y estables, pero
precisamente porque sabían que querían hacer, como y cuando. Eran proyectos más
serios que el original.
Por
último, y similar a lo anterior, Timeria careció de objetivos. ¿Qué pretendían
lograr? Fueron punto de referencia para algunos micronacionalistas, hasta que
interactuaban con ellos, y descubrían que su sistema dejaba notoriamente mucho
que desear. Después de 2012 solo había sombras de un pasado que reflejaba cosas
que pocos conocieron. Y tal y como muchos en España viven de su grandeza
pasada, Timeria vivía de su nombre, que estaba bien posicionado en Google, pero
que carecía de substancia, de esencia aristotélica.
Luego,
generó y participó de conflictos que muy bien se resolvían ignorando, o con el
silencio. Salvo el desastroso ejemplo de Donald Trump, los gobiernos serios
mantienen una política exterior estable, y no cambian según el gobernante, ni
se guían por Twitter.
La
notable y abundante creación cultural, que pudo ser el sostén de dicha
micronación frente a un fracasado simulacionismo político, no fue nunca
preponderante contra las elecciones y disputas sectarias, ni evitaron la
disolución permanente de Timeria.
Las
lecciones que esto nos deja, para el micronacionalismo, son a mi juicio las
siguientes:
1.-
Al fundarse una micronación deben existir valores comunes, sin ánimo de mutar
en cada elección o gobierno, y que permitan formar una tradición que pueda ir
perfeccionándose y avanzando con el tiempo. Si se va a optar por República, no
se pasará a ser Monarquía al otro año, así como así; si se quiere una religión
oficial debe haber un acuerdo real en ese sentido, que si no por libertad
religiosa directamente.
2.-
Humildad. Aunque se trate de un proyecto con 20, 30 años, hay que mantener la
humildad, y reconocer que el aprendizaje es permanente, y que jamás se podrá
humanamente a un conocimiento total. Eso implica respeto al proyecto diferente,
y a jamás imponer visiones del mundo. Para los que comienzan, está la
obligación de respetar y aprender, que si alguien lleva mucho tiempo algo sabrá
después de tanto tejo pasado.
Y
de la misma forma, el que lleva mucho debe saber, que como Sócrates descubrió,
es más sabio el que reconoce su ignorancia y limitaciones, frente al que
pretende saberlo todo.
3.-
Hay que tener fines claros y definidos, aunque sean poco delimitados. Si se
quiere crear una micronación de hobby de fin de semana, que eso sea. En la
marcha cosas pueden cambiar, y quizás Parva Domus ceda el paso a Sealand como
modelo, o incluso un país como Bolivia. El caso es tener claro que se pretende,
cosa de no dar pasos de ciego. Y que los cambios tengan un fundamento.
4.-
Íntimamente vinculado al anterior, conociendo los fines, se pueden organizar
los objetivos inmediatos, y de largo plazo. Si se va a pretender establecer
relaciones diplomáticas, se hará así. Si se es aislacionista, eso se hará, pero
siempre con objetivos que guíen esas acciones concretas. Ahí se trata la idea
de una política de Estado, tan compleja de mantener en sistemas repúblicanos,
donde el gobierno suele ser más breve, y donde cada partido cambia todo.
La
historia política de la micronación de la República Senatorial de Timeria es la
crónica de un fracaso. Peleas internas, luchas religiosas, conflictos externos,
divisiones, golpes de Estado, pedradas, de todo. Pero a pesar de todo de las
observaciones de sus errores y del espíritu crítico de algunos de sus
exmiembros es posible extraer experiencias que sirvan para otros proyectos
micronacionales. El éxito es una gran fuente de experiencias positivas, pero
también lo es el fracaso, máxime considerando las circunstancias que rodean este
caso.
[1] Carlos Sancho Santana es
gobernador del Territorio de Ultramar de Pedro (Rino Island). Jordan Pereira es
senador de Rino Island, y presidente de la Central Nacional Sindical, organismo
de representación de los trabajadores.
[2]
https://morielpress.blogspot.com/2016/05/rothamdarwin-y-el-micronacionalismo.html
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