EL MICRONACIONALISMO ES PARA APRENDER A SER SOBERANOS

Por Uriel I, Emperador De Urielandia

Las micronaciones siempre han sido un tema interesante de conversación, en especial para aquellos que desconocen el concepto y su respectivo significado.  A lo largo del siglo XX, surgieron las más relevantes siendo el Principado de Sealand en 1967 y posteriormente la llamada “Gran República de Vuldstein”, que posteriormente pasaría a ser conocida años después con el nombre de Molossia.  Muchos lo han agarrado para aprender las nociones básicas de cómo un Estado debe gobernarse, y como deben funcionar las instituciones del mismo Estado, otros lo han utilizado para fines paródicos y para sacar unas cuantas risas a cualquier interesado.  El micronacionalismo como tal, es el arte de jugar a gobernar, pero gobernar de verdad sin dejar de ser juego.  En América Latina, el micronacionalismo latino, que se sepa, no tenía grandes referentes antes de que comenzara el siglo XXI. 
Afortunadamente, de unos años para acá, muchos han empezado a crear sus propias naciones: desde repúblicas hasta monarquías, desde principados hasta federaciones, y desde micronaciones abocadas a una ideología en específico como libertario, comunista o capitalista, hasta micronaciones que simplemente no tienen ni forma ni fondo.  Esas últimas son las que deben mejorar su estructura de gobierno, su manera de hacer las cosas, para que el proceso de creación termine beneficiando a sus creadores.   La nación que representa el que escribe estas letras, es una micronación que tuvo su origen en la ciudad de Maracaibo, Venezuela, y que desde que descubrí el tema de las micronaciones teniendo tan solo 12 años de edad, fue como si de un enganche se tratara.  Era un tema que me apasionaba y que a día de hoy lo sigue haciendo.  A lo largo de los años, Urielandia ha venido creciendo de manera exponencial y nos hemos relacionado con bastantes micronaciones latinas a lo largo de la década del 2010, década en la que mi nación se fundó oficialmente como una micronación.  Yo no soy una autoridad en el tema, ni pretendo serlo, solo espero seguir contribuyendo humildemente al micronacionalismo latino hasta que me despierte un día y me diga: “ya no quiero hacer esto más” y lo abandone del todo.

En el proceso de las micronaciones, nunca falta él o los atrevidos que quieran firmar una declaración de guerra contra otra micronación, ignorando el hecho de que como tal, las “guerras micronacionales” no existen, ya que al carecer de un territorio físico, también se carece de un ejército físico, que solo lo tienen las macronaciones.  Allí, solo existen los que en el argot micronacional se llama “conflictos diplomáticos”, y estos deben resolverse mediante acuerdos y el diálogo entre las partes en conflicto.  Sugiero que por favor, no cometan ese tipo de errores.
En fin, nunca es tarde para aprender que es una micronación, solo basta con buscar en Google la palabra “micronación” y un universo entero de información está a nuestra disposición: ideas para el nombre, un escudo, una bandera, un himno nacional que represente a dicha micronación, como debe estar conformado el gobierno, que debe contener una constitución, etcétera.  El micronacionalismo sirve de mucho, para aprender de política y geopolítica, para divertirse un rato, y sobre todo nunca dejar de aprender este arte, ya que el micronacionalismo en sí, es para aprender a ser soberanos y para aprender sobre esta comunidad que día a día siguen creciendo.  Cada vez más siguen apareciendo micronaciones nuevas, por lo que es importante que los apoyemos, si tienen toda la estructura y todo lo que se necesite esté bien clarificado, y sea quién sea, se ayudará a integrarse en la comunidad.  Mi última reflexión en cuanto al tema es que me gustaría, dentro de un futuro, poder ayudar a personas que apenas están descubriendo este mundo y que les gustaría entrar en la comunidad micronacional.  Seamos responsables, seamos soberanos de nuestros países y que el micronacionalismo en este subcontinente siga creciendo a pasos agigantados.